lunes, 24 de noviembre de 2014

ARTÍCULO | El papel de la familia en la inteligencia emocional


Los comportamientos que aprenden los niños son, en su mayoría, imitaciones de los que ven en los adultos. Para conseguir que los hijos desarrollen su afectividad es imprescindible que los padres también cultiven sus competencias emocionales.

Los padres inteligentes emocionalmente, que aceptan las cualidades positivas y las limitaciones de sus hijos y  que los reconocen como diferentes de los demás, serán capaces de darles mensajes positivos que les permitan entender las consecuencias de sus conductas y saber por qué éstas son adecuadas o no. La educación emocional empieza, por tanto, en el hogar.

Hay que tener presente que los niños necesitan su tiempo para aprender y que van madurando emocionalmente a medida que los padres les enseñan a hacerlo. Darles confianza, evitar controlarlos continuamente, ponerse en su lugar para saber lo que sienten, animarles a relacionarse con otros niños y alentarles a que den sus opiniones son aspectos fundamentales para la educación emocional de los hijos.

La madurez emocional no sólo les servirá para desenvolverse con éxito en la escuela y establecer relaciones con sus iguales, sino que, como hemos visto, es un conjunto de habilidades con claras repercusiones para toda la vida.

En ocasiones los padres pueden caer en el error de confundir ayudar a su hijo con sobreprotegerle. En muchos casos se anticipan a sus necesidades, creen intuir lo que el pequeño necesita emocionalmente antes de que llegue ni siquiera a expresarlo. Esta actitud impide un sano desarrollo de la afectividad, que tiene entre sus objetivos principales facilitar momentos en los que el niño pueda expresar lo que quiere, ser autónomo y conseguir metas por sí mismo.

FUENTE | El manual de Supernnany (2007) Extracto

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