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La mayoría de los astros emiten energía en forma de luz y de ondas de
radio. Casi todos ellos emiten, además, otra clase de radiaciones. La mayor
parte de los cuerpos que hay en el espacio emiten ondas de calor, que reciben
el nombre de radiación infrarroja. Pero la atmósfera terrestre absorbe una gran
parte de la radiación infrarroja. Por este motivo, los telescopios destinados a
captar dicha radiación deben situarse en la cima de una montaña. Ahora bien,
como todos los elementos de la Tierra, incluido el aire, emiten calor, la débil
radiación infrarroja procedente del espacio se confunde con la que emite
nuestra planeta.
Por ello, conviene situar los telescopios por encima de la atmósfera
terrestre, esto es, a bordo de un satélite, por su propio calor, también emite
radiación infrarroja; por lo tanto, para que el telescopio funcione a la
perfección, es preciso que descienda la temperatura del satélite, lo cual se
consigue enfriándolo con gas helado.
Los astros emiten asimismo rayos X. Nuestra atmósfera absorbe también
gran parte de esta radiación. Por eso los telescopios destinados a detectarla
deben igualmente instalarse en satélites situados en el espacio.
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