Los textos engalanados por las atractivas imágenes de Elena O´Callaghan i Duch, o bien, las ilustraciones colmadas de mágicas palabras escritas por María Jesús Santos Heredero (como querramos verlo), conducen a quien abre las páginas de El Color de la Arena, a un viaje imaginario y a la vez real, hacia una ciudad del desierto donde habita el niño Abdulá, protagonista de esta historia que él mismo cuenta y que forma parte de la selección de trabajos de los talleres de la Fundación Art and Life. Organización que busca llevar el arte a niños de países que se encuentran en vías de desarrollo.
La historia, contada en breves párrafos sobre los dibujos, conlleva una invitación al conocimiento de los colores, las regiones, los climas, los objetos, los animales, las personas y el curso de la Historia de un lugar muy particular, todo visto con los ojos de un niño.
Abdulá describe su existencia humilde, donde todo tiene el color de la arena, a pesar de que gracias a los relatos que le cuenta su abuelo, sabe que en otros sitios las cosas tienen diferentes colores:
“El abuelo dice que el mar es azul. Yo nunca lo he visto.
Pero lo he dibujado en la arena. Mi mar no es azul.
Es del mismo color que las cabras y los camellos:
Del color de la arena.”
Abdulá habla de la arena y el viento que todo se lo lleva, como su nombre escrito por primera vez; de los útiles que faltan en su escuela, o del pequeño número de cabras que guía. Pero a la vez sueña con mares azules, la lluvia y los árboles verdes que le gustaría ver y pintar.
La solidaridad alcanza a la escuela del niño, y gracias a eso Abdulá descubre un mundo de infinitas tonalidades.
La edición del libro (de Edelvives) es excelente, las ilustraciones, bellas, y la historia, ideal para niños cuya sensibilidad viaja entre la avidez por aprender y la apertura para emocionarse con historias universales.
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