Los padres y los maestros deben estar preparados para hablar con los niños a cerca de la agresividad. Son los modelos que el niño imita, y de ello han de valerse para plantear un conjunto de estrategias que, seguidas paso a paso y con constancia, enseñen al niño a controlar sus reacciones agresivas. El diálogo y la coherencia en los planteamientos son las claves para conseguir el objetivo.
Para llevar a cabo el diálogo que describimos a continuación es necesario que el niño tenga dominio y comprensión del lenguaje, capacidad de atención y escucha; es decir, que pueda seguir y participar en una conversación, y que sepa identificar las sensaciones que le envía su cuerpo. No tiene sentido intentarlo antes de los cuatro o cinco años.
El primer paso consiste en explicarle cuándo y por qué aparecen las emociones negativas. Es preciso aclararle que emociones como el enfado o la ira no son buenas o malas: son suyas, y aparecen si algo no le gusta. Todos las sentimos alguna vez y lo importante es saber qué hacer cuando esto ocurre.
Cada padre tiene que elaborar su propio discurso, pero ésta sería una forma de hacerlo: "Seguro que has notado alguna vez que perdías los estribos, que tenías ganas de golpear o gritar a laguien. Esto puede ocurrirte en muchas circunstancias, unas veces porque utilizan tus cosas sin permiso, porque te regañan en clase injustamente o por los comentarios de algún compañero hacia tí. ¿Has perdido alguna vez los estribos? ¿Has gritado o sentido ganas de golpear a alguien?".
Una vez comprobado que el niño ha entendido lo que se le ha explicado, hay que pedirle que cuente la última vez que sintió ira o enfado y elaborar con él una lista de cosas que le enfadaron la última semana.
A continuación proponemos una lista con alguno de los desencadenantes de enfado más frecuentes en los niños. Se puede recurrir a ella cuando no recuerden o no sepan identificar las situaciones que les enfadaron:
- Algo no sale como ellos quieren.
- No se les compra aquello que desean.
- Algo les sale mal o se sienten más torpes que los demás.
- Pierden en algún juego.
- Les resulta difícil alcanzar alguna meta.
- Los compañeros o amigos se burlan de ellos o les insultan.
- Sus padres les obligan a hacer cosas que no les apetecen o les marcan normas que les parecen injustas.
- Les echan la culpa de algo siendo inocentes.
- Están tensos sin motivo alguno.
Una vez elaborada la lista, pasamos a utilizar un discurso parecido a éste: "Todos los sentimientos tienen una utilidad; el enfado también. De hecho, cuando te sientes así es importante expresarlo. A veces manifestamos el enfado a través de la ira: es cuando tienes esas tremendas ganas de gritar, pegar, insultar o tirarte al suelo y patalear. Es normal sentirse así, pero no es correcto dejarse llevar por las ganas de hacerlo. La ira debe liberarse, porque si no te sentirás como una olla llena de agua hirviendo con la tapadera cerrada. SI no dejas que salga el vapor, la olla explotará. Cuando eso ocurre no resulta divertido para nadie".
No hay por qué ocultar la ira, pero tampoco hay que dejarse llevar por ella sin controlarla. Se puede estar enfadado con razón. En cualquier caso, es necesario liberar ese enfado sin dañar a los que nos rodean, procurando resolver aquello que nos hace sentir mal.
FUENTE | El manual de Supernanny, Ed: El Pais, 2007
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