¿Habéis estado alguna vez
hambrientos? ¿Verdaderamente hambrientos?
Imaginad que estáis a bordo de un
barco que navega en medio de un océano inmenso. El único alimento que queda son
algunas galletas rancias, medio podridas. El agua potable se ha vuelto
amarilla. Estáis tan hambrientos que os comeríais cualquier cosa: serrín del
suelo, ¡incluso ratas!
Esto es lo que ocurrió a un grupo
de exploradores españoles que zarparon en cinco barcos en septiembre de 1519.
Era una tripulación de 234 hombres, pero no sabían a donde iban. Cruzarían un
océano, pero desconocían su extensión. Nadie había llegado hasta allí desde
Europa. E ignoraban por completo lo que iban a encontrar al otro lado de lo que
se conocía hasta aquel momento.
El capitán de la tripulación,
Fernando de Magallanes, tenía un plan audaz. Quería alcanzar las Islas de las
valiosas Especias. Pero en lugar de navegar hacia el este, decidió ir hacia el
oeste. Si la Tierra era redonda, como decían algunos, llegaría allí con la misma
facilidad, bordeando el extremo meridional de América.
El viaje fue terrible. Primero,
los hombres se amotinaron contra el capitán; después se hundió uno de los
barcos; y luego llegó la terrible travesía de un océano desconocido, durante la
cual murieron diecinueve hombres. Pero en lugar de navegar en torno a
Sudamérica, descubrieron la vía que ahora llamamos estrecho de Magallanes.
Finalmente, llegaron a aguas más tranquilas, y las bautizaron con el nombre de
océano Pacífico.
Pero aún ocurrió otro desastre: la
muerte de Magallanes en una batalla en las Filipinas.
Al fin, sólo un barco y dieciocho
hombres consiguieron regresar a España, donde llegaron en septiembre de 1522.
Después de tres años de travesía, habían sido los primeros en dar la vuelta al mundo,
probando así que la Tierra era redonda.
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