Indudablemente, los niños cuando tienen que enfrentar sus miedos, lo pasan mal. Por eso el método que aquí proponemos plantea una aproximación paulatina al objeto temido. Eso implica que la desaparición del miedo es progresiva y produce menos malestar, aunque la consecución de objetivos resulta más lenta.
Cuando hablamos de intervenir en el miedo, debemos tener en cuenta varios aspectos:
- El miedo no desaparece en un momento. La actuación de los padres debe ser continuada y sistemática.
- No hay que regañar ni ridiculizar al niño por lo que siente; ello dificultará que decida enfrentarse al miedo.
- Los padres no deben mostrar excesiva preocupación ni darle demasiada importancia, porque entonces el niño podría utilizar su miedo como excusa para zafarse de situaciones que no le gustan y los adultos podrían caer en el error de permitírselo.
- Hay que intentar controlar las experiencias desagradables que podrían afianzar su miedo; por ejemplo, asegurémonos de que el perro con el que vamos a jugar permitirá que lo hagamos sin ladrar ni ponerse agresivo.
- Tenemos que premiar cualquier esfuerzo que haga el niño por vencer su miedo. Para ello podemos emplear frases de ánimo como: "Valiente", "venga, que tú puedes", o "¡lo has logrado, campeón!".
- No le presionaremos: si hoy no lo consigue lo intentaremos mañana. Cada niño necesita su tiempo. Hay que animarle a que él mismo compruebe lo irracional de su temor: "Vamos a mirar juntos debajo de la cama para ver que no hay nada". O hacer primero nosotros una acción y pedirle al pequeño que la ropita; por ejemplo, tocar a un perro y decirle al niño que acerque la mano.
- La observación de la actitud de los padres por parte del pequeño puede llevarle a adoptar sus miedos; es decir, aunque no quieran, en ocasiones, ellos se los transmiten. Es habitual que si la madre tiene miedo a los perros, también lo tenga su hijo o que si el padre se muerde las uñas, el niño le imite. Los adultos deben controlar su comportamiento ante las situaciones y los objetos que les provocan miedo a convertirse en modelos para el niño.
FUENTE | El manual de Supernnany (2007) Extracto
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