viernes, 14 de diciembre de 2018

Libro | La casa más grande del mundo


En su infancia, Leo Lionni fue un gran admirador de los animales, sobre todo reptiles, que acogía en un terrario con paredes de vidrio, acondicionado con arena, piedras, helechos y musgo. De esta afición surgirían, con el tiempo, relatos como el del caracol que ansiaba tener una casa más llamativa que la de ningún otro congénere; una metáfora más sobre la vida, la prudencia, el sentido práctico de las cosas, la humildad y la sencillez frente a la arrogancia y la superficialidad. Con un lenguaje de gran riqueza literaria y unas ilustraciones que destacan por su plasticidad y colorido, Leo Lionni presenta esta fábula que sigue la senda de otros libros suyos, como “Frederick”, “Nadarín”, “Paso a paso”, “Pequeño Azul y Pequeño Amarillo”, “Álex y el ratón de cuerda” y “El sueño de Matías”; historias sencillas que suponen, en palabras del autor, "una comprensión intuitiva de la esencia de las cosas y de los acontecimientos".

Sobre el autor

Leo Lionni creció en un ambiente artístico -su madre fue cantante de ópera, y su tío Piet, un gran aficionado a la pintura- y desde muy joven supo que ese sería su destino. En cambio, su formación no fue artística, ya que se doctoró en Economía. En 1931 se instaló en Milán y entró en contacto con el diseño gráfico. Cuando se trasladó a América en 1939, trabajó en una agencia de publicidad de Filadelfia, en la Corporación Olivetti y en la revista Fortune. También creció su fama como artista y sus cuadros se exhibían en las mejores galerías, desde Estados Unidos a Japón. Como él mismo llegó a decir: "De algún modo, en algún lugar, el arte expresa siempre los sentimientos de la infancia". Su primer libro para niños no llegó hasta 1959 y surgió casi por casualidad: durante un viaje en tren se le ocurrió entretener a sus nietos con un cuento hecho a base de trozos de papel de seda. Así nació “Pequeño Azul y Pequeño Amarillo”, al que siguieron más de 40 obras aclamadas en todo el mundo por la crítica especializada. Por sus méritos como escultor, diseñador, pintor e ilustrador, recibió en 1984 la Medalla de Oro del Instituto Americano de Artes Gráficas. 

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