Es uno de los trastornos más importantes dentro del campo de la psicopatología infantil por su incidencia. Tiene un efecto negativo sobre los niños que lo padecen, con importantes consecuencias en los ámbitos escolar, social y familiar. Tres son los pilares fundamentales de la sintomatología del TDAH.
- Inatención. Dificultad para mantener la atención, sobre todo en situaciones de baja estimulación. Por ejemplo, al niño le cuesta centrar la atención en las actividades lúdicas o académicas o a la hora de organizar tareas o conseguir instrucciones. Pierde a menudo objetos necesarios para sus quehaceres e intenta evitar trabajos que exijan esfuerzo mental.
- Hiperactividad. Falta de inhibición o control de los impulsos asociada con la actividad motora. Por jemeplo, el el pequeño mueve en exceso las manos y los pies, se agita en la silla, corre, salta, tiene dificultades para jugar tranquilamente o habla demasiado.
- Impulsividad. Carencia de inhibición o control sobre los impulsos. Por ejemplo, el niño da respuestas antes de que su interlocutor haya terminado la pregunta, tiene dificultades para guardar el turno o interrumpe constantemente.
Estamos ante un trastorno neurológico con una importante carga genética, aproximadamente el 60%. A pesar de esto, no se descarta que aparezca también por la influencia de algunos factores existentes en el desarrollo del niño.
Existen casos muy diferentes de trastorno de déficit de atención con hiperactividad, que varían en cuanto a la combinación de la sintomatología. Por ejemplo, encontramos TDAH con predominio de la hiperactividad y la impulsividad, con predominio del déficit de atención y combinando: hiperactividad, impulsividad e inatención. Por tanto, no todos los niños a los que se les diagnostica este trastorno presentan conductas hiperactivas o impulsivas; muchos sólo muestran déficit de atención.
A largo plazo, si no se trata correctamente mediante psicoterapia y, en la mayoría de los casos, también con medicación, el TDAH produce una disminución en el rendimiento académico que puede terminar en fracaso escolar.
Aproximadamente entre el 50% y el 70% de los casos de este trastorno desaparece durante la pubertad. El adulto con este trastorno continúa con la sensación interna de inquietud, poca capacidad de organización, problemas de memoria, frustración, dificultad de rendimiento en el trabajo, conflictos en sus relaciones de pareja, alteraciones de conducta, comportamientos antisociales o adicciones.
Que un niño sea movido y no pare quieto es sólo un síntoma más para poder diagnosticar un trastorno de déficit de atención con hiperactividad, y no el único.
FUENTE | El manual de Supernanny, Ed: El Pais, 2007
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