miércoles, 22 de agosto de 2012

ARTÍCULO | El control de la conducta


Lo que se haga ante las respuestas del niño irá generándole su propio esquema estable de comportamiento. Así, si el niño llora cada vez que quiere conseguir algo de sus padres y ellos se lo conceden, aprenderá que llorar es eficaz para obtener beneficios y lo utilizará siempre que se le niegue algo. Si se sigue cediendo a sus caprichos, incorporará este comportamiento como un esquema de respuesta para obtener lo que desea. Si, por le contrario, se ignora el llanto o no se atiende su petición mientras no adopte una actitud más adecuada, la consecuencia es que llorar para conseguir lo que quiere no es útil y sí lo son conductas como pedir las cosas por favor, no gritar, recoger sus juguetes, etc.

Las conductas del niño deben ser guiadas con normas y límites, y reguladas mediante consecuencias hasta que él adquiera capacidad de autocontrol. Este proceso no se puede llevar a cabo si el pequeño no experimenta las consecuencias de su comportamiento y no entiende las reacciones que su conducta provoca en los demás. De esta manera aprenderá que las cosas no siempre son como uno quiere, es decir, desarrollará la capacidad de la tolerancia a la frustración. Dicha capacidad es el mejor aprendizaje que adquiere para controlar no sólo su comportamiento en general, sino también la ansiedad y, muy particularmente, la agresividad.

Los niños no vienen al mundo con un instinto disciplinario innato. Para entender cómo deben actuar necesitan aprender lo que pueden hacer y lo que no, y son los adultos los que deben enseñárselo. La manera más eficaz es mostrarles las consecuencias - tanto positivas como negativas- de cada conducta. Y el secreto es la constancia.

FUENTE | El manual de Supernanny, Ed: El Pais, 2007

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