Fuente imagen | Banco imágenes INTEF |
Está claro que deberías haber comprobado los frenos de la
bici antes de salir.
Ahora estás en el suelo, preguntándote si te habrás roto
algo o si sólo estás magullada. El médico lo averiguará enseguida haciéndote
una radiografía.
En el departamento de rayos X del hospital te hacen acostar
en una mesa acolchada con una placa fotográfica debajo de ti. El film va
envuelto en un grueso plástico negro para protegerlo de la luz.
Dentro de la máquina de rayos X hay un fino trozo de cable
que se calienta por la electricidad hasta que está al rojo y emite unas
partículas diminutas llamadas electrones. Impulsados por electricidad estos
electrones es ponen en movimiento a gran velocidad. Se precipitan por el interior
de la máquina y chocan contra una placa de metal en el otro extremo. Esta placa
emite un haz de invisibles rayos X. La luz no puede pasar a través de la
mayoría de los objetos pero los rayos X sí pueden. Atraviesen con facilidad la
piel y los músculos pero les cuesta más atravesar el hueso, que es más denso y
pesado. Los rayos X siguen su viaje a través del plástico impenetrable a la luz
que envuelve la placa fotográfica y dejan su huella en ella.
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