Por supuesto, lo primero es constatar que el miedo desarrollado es hacia lo escolar y descartar motivos como un conflicto con los amigos o no querer separarse de los padres. El origen puede ser un examen. El niño cree que es muy difícil y que no va a superarlo. Según se acerca la fecha aumenta su ansiedad y, cuando llega el momento, se pone enfermo. Los padres, que lo han visto estudiar horas y horas, son condescendientes con él y refuerzan su actuación: "Bueno, no te preocupes, tú eres muy buen estudiante; quédate en casa y ya hablamos nosotros con el profesor". Hay pistas que nos pueden llevar a detectar la fobia escolar:
- El niño se levanta con dolores de cabeza o de estómago, tiene vómitos antes de salir de casa y se pone peor si hay algún examen. Los síntomas sólo se dan cuando es día lectivo; en vacaciones y los fines de semana se encuentra bien.
- Dedica mucho más tiempo del necesario al estudio, a pesar de sacar buenas notas.
- Tiene pavor a llevar mal hecho algún ejercicio, a repetir curso o a cualquier situación relacionada con un menor rendimiento. Como anticipa estas situaciones y las imagina, aumenta la ansiedad y disminuye su capacidad de atención y concentración, por lo que sus temores empiezan a verse cumplidos.
Es muy importante estar muy atentos para detectar cualquier dificultad que presente el niño y aplicar una solución temprana. Cuanto antes se interviene, más probabilidades de éxito en la recuperación hay.
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