El binomio premio-castigo está presente en muchas circunstancias de la vida de forma espontánea. Por ejemplo, quemarnos con la comida nos enseña a comprobar la temperatura antes de ingerir un bocado. Ésta es una de las formas más eficaces de aprender, pero hay otras.
La dificultad para enseñar a los niños estriba, en la mayoría de los casos, en el uso que se hace de los premios y castigos. En este libro mostramos distintas técnicas útiles para reforzar o extinguir conductas.
Antes de empezar hay que tener en cuenta tres aspectos:
- Es imprescindible aplicar todas las técnicas en conjunto para que funcionen. Un premio es algo que resulta gratificante para quien lo recibe.
- Un castigo solo puede considerarse como tal cuando quien lo sufre lo vive como algo negativo.
Uno de los errores más frecuentes cuando se aplica un castigo es dar por supuesto que la consecuencia es desagradable para el niño. Si se le manda a su habitación como castigo, lo más probable es que acabe jugando con sus juegos y lo pase en grande sin asociar ninguna consecuencia negativa a su comportamiento. Si, por el contrario, se le sienta durante unos minutos en el pasillo, donde no hay posibilidad de entretenerse con nada, vivirá ese tiempo como una consecuencia negativa de su comportamiento.
Es importante observar que considera el niño un premio y qué le parece desagradable; incluso se puede hacer una lista con lo q ue le gusta y le disgusta para identificar los premios y los castigos más eficaces.
Una vez terminada la lista de cosas que gustan y disgustan al niño; se puede establecer un sistema de consecuencias: lo que le gusta será consecuencia de los comportamientos positivos, y lo que no le gusta de los negativos. Este sistema, aplicado con constancia, modificará sus comportamientos.
FUENTE | El manual de Supernanny, Ed: El Pais, 2007
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