Esta novela del autor inglés David Almond con ilustraciones de Polly Dunbar, relata magistralmente cómo una niña, Isabelita, descubre una mañana que su papá no está muy bien de la cabeza y piensa en convertirse en un hombre pájaro con el fin de participar en la competencia de pájaros humanos que se realizará en la ciudad. Pero para poder volar, el papá de Isabelita no sólo ha construido unas hermosas alas de fabricación casera, sino que ha cambiado su dieta humana por la de las aves.
Y su principal ocupación consiste ahora en soñar que es un pájaro y que puede volar. La niña observa azorada cómo su papá grazna y pía alrededor de la mesa; cuando de pronto irrumpe en la casa tía Dorita, intentando hacer aterrizar al hombre pájaro en la realidad. Sin embargo, no será sencillo para Dorita poner orden en la casa, ya que Isabelita pareciera seguir los pasos de su padre y haber perdido el juicio como él. Sin comprender lo que está ocurriendo, la tía pide ayuda al director de la escuela, el profesor Menta, pero para asombro de la mujer, también este decide participar en la competencia e inventarse un método para volar: “El mundo se ha enloquecido”exclama la tía una y otra vez.
La locura como tema literario ha sido abordado por autores de todas las épocas y ha generado obras inolvidables, entre las que podemos incluir esta excelente novela de David Almond. Narrada con un estilo sobrio y despojado, la trama deja entrever profundos conflictos humanos; así los desequilibrios mentales del padre, o la pérdida de la madre de Isabel, se nos vuelven extraños y con un sentido nuevo al ser mostrados a través de la mirada desprejuiciada de la niña. Sin diluir ni quitarle importancia a estos temas, la novela los sugiere sin decirlo todo, y haciendo uso de un humor muy sutil lo serio se vuelve cómico dejando lugar a la risa, esa risa que subvierte y da vuelta los esquemas establecidos del mundo.
En Mi papá es un hombre pájaro los personajes están construidos a modo de caricaturas ya desde sus nombres, como “Sr. Popó” o “Choco Menta”, y generan un singular contraste entre sí, que la ilustradora Polly Dunbar ha representado con maestría. A modo de contrapunto, aparece la tía Dorita, una suerte de versión femenina de Sancho Panza, semejante a una gallina y muy cerca de la tierra, cree que la solución de todos los problemas es una comida sustanciosa; del otro lado, el papá de Isabel, con un aire a Don Quijote, ha olvidado su nombre real —ahora dice llamarse Sr. Cuervo—, sólo piensa en volar y ser liviano como un pájaro, por lo cual come insectos y lombrices para realizar su sueño de volar.
Frente a este mundo adulto desquiciado, es la niña quien encuentra la manera de ayudar a los grandes, e Isabelita apuesta a una solución quijotesca para curar la locura del padre: seguir su juego y volverse una niña pájaro como él. Pero será en ese juego de ficción donde ella le hará a ver su papá y a los demás adultos el verdadero sentido de la vida: “Puede que no podamos volar. Pero pase lo que pase, lo hicimos juntos y eso es lo que de veras importa”, dice Isabelita a su papá en el nido que han construido con ramitas, pasto y pedacitos de telas viejas.
Sin lugar a dudas, una novela que conmueve y hace reír, con esa risa profunda y sumamente seria que nos interroga sobre nuestro modo de ver el mundo y que nos hace mirar, de vez en cuando nuestros pies, para ver “si ya se despegaron del suelo”.
FUENTE | María Eugenia Arrupe en http://www.imaginaria.com.ar
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