ÉSTAS ORQUÍDEAS TIENEN CARA DE MONO
A veces la naturaleza tiene estos caprichos. En las selvas montañosas de Centroamérica, Colombia, Ecuador y Perú, el verde se sazona con pequeñas pinceladas de color, diminutos rostros de simio agitados por la cadencia del viento. Una ojeada más de cerca descubre el engaño y revela la identidad vegetal de las criaturas. Ese peculiar disfraz es característico de las orquídeas del género Dracula (pequeño dragón, en latín), muchas de cuyas especies solo han sido vistas una vez y se encuentran en peligro de extinción.
El Dr. Gary Meyer, vicepresidente de la asociación Pleurothallid Alliance y estudioso de estas flores, las ha capturado en las imágenes de estas páginas y nos explica que el rasgo que más las “primatiza”, esa especie de labio protuberante que exhiben, tiene en efecto una función imitadora. Pero no de mono alguno, sino de los hongos que atraen a las moscas polinizadoras de estas orquídeas, cuyo olor llegan a emanar. Los “ojos” están formados por pétalos, y la “nariz” por la columna, el aparato reproductor de la planta. Delicadas, solo florecen con más del 80% de humedad y entre los 4,5 y 13ºC de noche y no más de 26,5ºC de día.
FLORES QUE IMITAN PARA ENGAÑAR
En la naturaleza, las cosas no siempre son lo que parecen a simple vista. El juego de la supervivencia obliga a algunasflores a comportarse como camaleones vegetales que suplantan la apariencia de otras especies.
Así, es frecuente que algunos tipos de orquídeas se asemejen a otras flores capaces de producir néctar. Es lo que sucede con la orquídea ibérica Cephalantera longifolia, que confunde a los insectos por asemejarse a la flor de la jara negra.
Esta última es una especie arbustiva que ofrece alimento en abundancia, a diferencia de su imitadora la Cephalantera, que no produce ni un solo gramo de néctar. La orquídea utiliza su estrategia para atraer a los insectos, que, en su vano intento de conseguir algo valioso de ella, acaban polinizándola.
ORUGAS QUE SE DISFRAZAN
Ninguna de estas caras es una cara. Se trata de los disfraces disuasorios que emplean cientos de orugas tropicales para ahuyentar a sus posibles depredadores. Las fotografías han sido realizadas por el equipo de Daniel Janzen en el Área de Conservación Guanacaste (ACG) de Costa Rica. El biólogo estadounidense lleva 32 años estudiando las polillas y mariposas de la zona. En su último estudio, publicado en la revista PNAS, defiende que los pájaros que se alimentan de ellas están programados de forma innata para huir de rasgos que imiten una cara, y no necesitan aprender ese mecanismo a través de la experiencia.
Por eso, sus pequeñas presas han desarrollado formas que las hacen pasar por serpientes u otros animales, aunque no imiten específicamente a especies reales. El truco del camuflaje da resultado, especialmente en la penumbra de la selva.
Pero existen otros peligros para los que estas criaturas no tienen defensas. Por eso, Daniel Janzen nos ha pedido que transmitamos el siguiente llamamiento:
Hay un hecho crudo e innegable. Estas maravillosas orugas y pupas, y literalmente otras miles como ellas sólo sobrevivirán si salvamos su hábitat en la selva. Todas ellas viven en las selvas del Área de Conservación Guacanaste (ACG) al noroeste de Costa Rica. Podéis verla en esta página, en cuyo inicio encontraréis un botón de GoogleCheckout, con el que pueden realizarse donaciones de manera muy sencilla. CADA céntimo donado se utiliza para adquirir parcelas de selva que están en el mercado y otorgarles el estatus de parque nacional, garantizando así su conservación permanente. Para siempre. El precio de esta selva tropical es ahora mismo de 3.600 dólares por hectárea y cada hectárea contiene muchos miles de orugas y otros animales. TODA la selva del ACG ha sido adquirida con donaciones, más de 9.000 desde 1986, y esta es la única forma de evitar que sea deforestada y destruida para convertirla en zona agrícola convencional. Si los lectores de este artículo dedican sólo unos minutos a contribuir con lo que les costaría ir al cine y a cenar en un restaurante, podrían realizar una aportación muy significativa a la supervivencia de estos animales.
ANIMALES CAMUFLADOS
El gecko de cola de hoja (Uroplatus phantasticus) se confunde con el follaje seco de los bosques de Madagascar. Sus venas imitan las nervaduras de las hojas, y la cola incluso simula minúsculas “mordeduras” de pequeños animales.
Su sabor agrada tanto a aves como a mamíferos marinos y a otros peces. Por eso, cuando barrunta peligro, el lenguado pecoso (Citharichthys stigmaeus) procura quedarse muy quieto en el fondo del Pacífico, como un montón de piedras cualquiera.
Su sincronía cromática con el entorno sirve a la araña Pandercetes gracilis tanto para huir de sus enemigos como para esperar de incógnito a sus presas. Presentan diversas tonalidades, adaptadas a los líquenes propios de la zona que habitan.
En medio de la selva costarricense se halla este montón de jugoso musgo, imitado a la perfección por el caparazón espinoso de un extravagante grillo de matorral. Todo su cuerpo se confunde con la vegetación, desde las largas patas a los diminutos y también verdosos ojos.
Pasa las noches cazando insectos y, durante el día, el nictibio grande dormita inmóvil sobre un tronco con su mismo estampado, confundido con la madera. El truco visual sirve también para el único huevo moteado de su puesta, que deposita en el tronco sin siquiera construirle un nido.
FUENTE | Quo.es
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