Simpático y disparatado, este relato rimado comienza con una anécdota inocente e insignificante: quién no ha tirado de un hilo que le sobresalía de la chaqueta... Así lo hace el niño protagonista de esta historia, cuya curiosidad por llegar al extremo final de la hebra se vuelve insaciable y hasta extenuante. Porque paradójicamente, cuanto más intenta desembrollarlo, más se enreda el hilo en sí mismo e incluso en el escenario donde transcurre la acción, como si el travieso filamento formase parte de los trazos de las ilustraciones.
El texto de Gracia Iglesias desprende humor e ironía. Con su ritmo dinámico y creando una tensión narrativa que va in crescendo, atrapa la atención del público, expectante por conocer el intrigante desenlace del cuento. Rosa Osuna se suma al juego con una propuesta plástica en la que predominan los fondos neutros sobre los que destacan -con intenso colorido- el protagonista y otros personajes cómplices que la ilustradora añade a la trama visual. En la expresividad del niño se aprecian los cambios en su estado de ánimo, que va del interés inicial, a la preocupación, la sorpresa o la travesura, hasta el agotamiento final. La desnudez humana se representa con naturalidad, mientras que la ‘desnudez’ del espacio -a medida que aumenta la madeja de hilo- apela a la imaginación de los lectores.
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