- Príncipe e, dime ¿adónde vas?
- Con mi elefante, voy a pasear.
Yo soy alegre y un poco travieso.
Como mi erizo, tengo pelos tiesos.
El príncipe E es el segundo hijo de los reyes del País de las Letras. Os lo voy a presentar enseguida para que lo conozcáis (dibujar en la pizarra o mostrar lámina). Los pelos tan revueltos le dan un aspecto muy travieso. En realidad no para un momento, siempre está corriendo de un sitio para otro.
Le gusta mirarlo todo con detenimiento antes que nadie, porque es muy curioso y siempre está preguntando para qué sirven las cosas y cómo funcionan.
Además, como es muy despistado, no se da cuenta de cuando le llaman. Nunca se entera a la primera. "¿Eh?", dice. "¿Eh?", contesta. "¿Eh?", responde siempre dos o tres veces antes de enterarse de lo que le dicen. Por eso le llaman príncipe E.
Como es tan inquieto, prefiere estar en el jardín de palacio que en su habitación. Es el que mejor conoce todos los rincones. Pero, como es muy despistado, a veces mete el pie donde no debe, o pisa las flores sin darse cuenta.
Por eso, el jardinero tiene que estar pendiente de que no se haga daño al tropezar con una piedra o de que no se caiga al estanque de cabeza.
Cuando era pequeño le regalaron un elefante de verdad, y desde entonces es su mejor amigo, aunque ahora el animal sea enorme. Todos conocen al elefante del príncipe y nadie se asusta, e incluso el erizo con el que una noche tropezó en el jardín y se pinchó haciéndose bastante daño; son ahora muy buenos amigos.
Cuando el príncipe E se quiere montar encima del elefante, este se pone de rodillas para que él se suba como si estuviese ascendiendo a una montaña. Al llegar arriba, dice muy fuerte: "¡Timbo, arriba, levanta!", y Timbo se levanta obediente y empieza a caminar. Así pasan horas y horas sin cansarse ninguno de los dos.
Al príncipe le encanta estar subido a Timbo porque desde ahí arriba dice que ve muy requetebién todas las cosas que están más altas que él. Ve las peras maduras de los árboles y ¡puede cogerlas!... ¡Qué ricas! Ve los nidos de los pájaros y cómo nacen los polluelos rompiendo un poco los huevos con el pico... Ve las campanas de la torre que saltan de alegría: "¡Talán, talán, talán!" (invitar a los niños que imaginen otras cosas que el príncipe podría ver desde arriba).
Cuando sus hermanas le pedían una pera o que las subiera un rato al elefante, se hacía el despistado con su acostumbrado: "¿Eh?¡Estoy tan alto que no oigo nada!".
Entonces, sus padres le advirtieron que si no dejaba jugar a las princesas llevarían el elefante a un circo, y el príncipe no tuvo más remedio que dejarlas subir. La princesa O se cansó mucho al intentarlo y luego se cayó rodando por la cola cuando el elefante echó a andar, así que dijo enfadada: "Esto es muy cansado, me aburro y no quiero intentarlo más". En cambio la princesa I subía y bajaba muy deprisa sin caerse.
En verano, el elefante se colocaba al lado de la piscina y los príncipes, al deslizarse por la trompa como un tobogán, caían dentro del agua con gran alegría y alboroto.
Otras veces, si habían jugado mucho y estaban llenas de polvo o de barro, el elefante, les daba una ducha: "!Qué bien!¿Qué divertido!", decían E e I, y volvían a empezar.
Como ya conocemos a los reyes y a sus hijos mañana empezaremos a saber quiénes son los demás personas del reino ¿De acuerdo?
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