Fuente Imagen | www.bebemundo.com |
Hay una gran diferencia en la actitud de los padres que se preocupan por la estimulación de su hijo y los que no, visible ya en los primeros meses de vida.
Los niños a los que no se estimula pasan mucho tiempo acostados o sentados en el mismo lugar y se les habla sólo lo indispensable. Es como si se les tratara con indiferencia.
El desarrollo de la mente depende del establecimiento de la red que conecta unas neuronas con otras,; cuantas más experiencias tenga el niño, más conexiones harán esas neuronas, que se comunican por impulsos eléctricos. Esto lo tienen claro los padres que le sonríen, le hablan, le llevan de paseo, juegan con él o le facilitan objetos que le hacen probar capacidades nuevas. En definitiva, le dedican un tiempo de calidad en vez de limitarse a pasar tiempo con él.
La falta de estimulación da lugar a niños con pautas de desarrollo atrasadas: levantan su cabeza tarde, no miran cuando se les llama, se sientan o caminan después que los demás, su lenguaje evoluciona tarde, son apáticos, parecen faltos de vivacidad y energía, sonríen poco.
Existen testimonios de padres que han adoptado a niños que vivían en hospicios en países que no cuentan con medios para estimular. Los pequeños no tenían el grado de desarrollo esperable a su edad, presentaban atraso psicomotor -por ejemplo, no caminaban con dos años-, atonía muscular, retraso del lenguaje, de hábitos, etcétera. Trasladados a los hogares adoptivos, con experiencias nuevas, evolucionaron rápidamente.
FUENTE | El manual de Supernanny. Ed: El Pais, 2007
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