De los errores se aprende, y las malas notas únicamente son un indicativo de que algo no funciona bien: pueden deberse a acontecimientos que afecten emocionalmente al niño, a la desmotivación o a la falta de concentración. Hay que analizar cuál es la causa de los malos resultados sin caer en la idea de fracaso.
Detectados los aspectos a mejorar, es el momento de hacer planes para optimizar la situación; al fin y al cabo, el suspenso tiene que servir para mejorar alguna dificultad que se ha puesto de manifiesto.
Los padres tienen que evaluar si hay aspectos que han propiciado esa situación y asumir su parte de responsabilidad, pensar si el niño llega sistemáticamente tarde al colegio, si no le han facilitado el material escolar necesario, si no se han interesado por las materias que estudia, si le han sobrecargado de actividades extraescolares, si no han respetado el hábito de estudio o no han sabido motivarle.
En caso de que los suspensos se repitan y el niño no muestre avances ni en el esfuerzo ni en los logros académicos, podemos estar ante una situación de fracaso escolar y hay que averiguar el porqué. El tutor, el equipo de orientación pedagógica y la información que da el niño ayudarán a evaluar la situación y a establecer el plan de trabajo más adecuado.
FUENTE | El manual de Supernanny, Ed: El Pais, 2007
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