Decidir el momento en que el pequeño tiene que
abandonar el pañal y pasar a usar el retrete es una cuestión que tiende a
provocar un alto grado de angustia en la mayoría de los padres: unos por los
consejos que les han dado, otros por las dificultades que han escuchado y
muchos, aunque ya tengan experiencia, porque saben que cada niño reacciona de
distinta manera.
Que no cunda el pánico: en situaciones normales
todos los niños acaban aprendiendo. Algunos lo hacen antes que otros, como
también los hay que gatean y andan antes o se muestran más dispuestos a recoger
sus juguetes.
Sólo unos padres con actitud severa y ofensiva, que
abusen del castigo, pueden amenazar la autoestima del niño, que se verá medido
y valorado en función de si logra usar el inodoro o no. Estas formas de actuar
son ineficaces para cualquier aprendizaje. Tenemos que olvidarnos de decir
frases como “Eres un puerco” o “no verás la tele en un mes si vuelves a hacerte
pis”.
Existe un primer criterio que nunca hay que olvidar:
intentar enseñar a un niño antes del primer año puede ser fuente de
frustraciones para los padres y para el pequeño, que no tiene las capacidades
neurológicas, fisiológicas ni conductuales necesarias para ello. Lo que para
los adultos resulta un gesto automatizado y cotidiano, que no requiere ninguna
atención, implica en el niño una capacidad compleja que pasa por saber
reconocer el impulso de orinar, controlarlo hasta llegar al baño, desvestirse y
colocarse en la posición apropiada. Ello supone un gran esfuerzo de aprendizaje
que no podemos pedirle antes de tiempo.
En general, aunque hay excepciones, los niños van
controlando esfínteres siguiendo este orden:
- Control nocturno de la deposición.
- Control diurno de la deposición.
- Control diurno de la orina.
- Control nocturno de la orina.
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