Después
de haber permanecido en tu estómago de dos a cinco horas, la comida pasa al
intestino delgado. Allí, unas sustancias químicas muy poderosas llamadas enzimas
y un jugo llamado bilis empapan la comida y empiezan a transformarla. Las
enzimas son muy cuidadosas. Si un pedacito de comida escapa a su ataque, vuelve
a ser atacado un poco más abajo, en el mismo intestino delgado. La comida puede
quedarse en tu intestino delgado hasta cuarenta horas, donde se transforma en
partículas diminutas llamadas moléculas. Estas moléculas son tan pequeñas que
pueden atravesar las paredes del intestino delgado y penetrar en la sangre. La
sangre transporta las moléculas hacia las células, que te ayudarán a que
crezcas y te mantengas en forma. La comida que tu cuerpo no puede utilizar pasa
del intestino delgado hacia otro tubo largo llamado intestino grueso, en cuyo
extremo está el recto. Por él abandonan el cuerpo los excrementos sólidos.
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