Todo lo que se dice de las aves es cierto; son así de variopintas y originales. Las protagonistas de este poemario conforman un abecedario muy personal y sugieren múltiples ‘avecedarios’. Este de Antonio Rubio quiere ser veraz, simpático, poético y algo estrambótico. Sugiere lecturas en voz alta, bien rítmicas y un poco peripatéticas... También se puede leer en voz baja, en silencio, para escuchar el batir de sus alas. El autor ha utilizado diversas fórmulas poéticas porque cada pájaro tiene su propio plumaje lírico -y científico-. Casi todos visten colores, plumas y tamaños diferentes; y cantan trinos para cada estación y estado de ánimo. Pero todos tienen una visión del mundo y del vuelo muy humorada y llena de gracia. Así, unos poemas tienen un tono coloquial y otros más formal; incluso algunos en formato dialogado. Y en esa variedad de registros suenan ecos del romancero tradicional, de la poesía neopopular, hasta de inspiración en las sonoridades, onomatopeyas y juegos de palabras de la ‘centenaria’ Gloria Fuertes. Entre el misterioso ñacurutú, el cotidiano gorrión o el exótico quetzal y otras 25 aves, abundan las referencias geográficas, artísticas y musicales, la riqueza léxica y las metáforas que aluden a su fisonomía, plumaje, canto o costumbres. Y a la fuerza literaria de este alado ‘avecedario’ se une la exuberancia plástica que aporta Rebeca Luciani: ilustraciones que combinan lo figurativo con los personajes humanizados, que rebosan colorido y luminosidad, naturaleza y vida. Sus aves arrullan los versos con la elegancia de sus poses y la audacia de sus acrobacias.
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