Cuando hablamos de analfabetismo emocional, nos referimos a la incapacidad que tienen algunas personas para conectar con sus propias emociones y, como consecuencia, para comprender la diversidad de las reacciones emocionales de los demás. El analfabetismo emocional es lo contrario de la inteligencia emocional y tiene series consecuencias para los niños, entre las que destacamos:
- Agresividad.
- Depresión.
- Baja autoestima.
- Trastornos de alimentación como forma de afrontar las contrariedades.
- Ansiedad.
- Problemas de rendimiento escolar.
- Uso de alcohol y drogas al llegar a la adolescencia como forma de enfrentar y resolver conflictos.
- Dificultades en las relaciones con los demás.
Hasta hace poco, la inteligencia de los niños se medía a través de ciertos cuestionarios que valoraban la inteligencia racional o académica, dejando a un lado todo lo que tenía que ver con las emociones y las relaciones personales. La educación también luchaba con ahínco por aumentar esas competencias. SIn embargo, hoy no se concibe una educación que no se ocupe de la parte emocional como fuente de prevención de diversas patologías.
Un niño con escasa maduración emocional tendrá problemas para postergar sus deseos, controlar sus impulsos, solucionar los conflictos, tomar decisiones y establecer vínculos sociales.
Hoy sabemos que la inteligencia académica y la emocional son complementarias y que el desarrollo de ambas aumenta las posibilidades de hacer del niño un ser feliz, competente y exitoso.
¿Cómo educar la inteligencia emocional?
Algunas pautas que pueden ayudar a la hora de educar emocionalmente son:
- Ponernos en el lugar del niño.
- Preguntarle y escucharle.
- No reprocharle que tenga emociones negativas. La tristeza es tan natural como la alegría.
- Ayudarle a identificar y canalizar sus emociones.
- Enseñarle a controlarlas.
- Incentivar su curiosidad.
- Aprender con él. Hacer de cualquier experiencia nueva un juego. No reprimirlo cuando intente aprender algo por sí mismo.
- Corregirlo siempre que cometa faltas y decirle que no cuando haya que decírselo.
- Premiar sus logros y alimentar su motivación.
- Fijarle pequeñas metas y estimular su deseo de lograr algo.
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